sábado, 18 de junio de 2016

A veces lloro. Como todo el mundo sí. Y que odio llorar, eso también. Siempre lo he odiado porque es un claro signo de debilidad. De límite. Ese momento en que estallas porque no puedes más con esa emoción que llevas dentro, sea buena o mala.
A veces lloro acompañada, porque sola hay veces que no me sale. Solo estallo en ese momento en que cuento lo que me pasa, eso que está dentro y no consigo sacar fuera. Últimamente me pasa demasiado, más de lo que me gustaría. Porque nunca me ha gustado la acción de llorar con público de audiencia.
Que llorar es liberador. Bueno, permítanme que les discuta. Llorar es liberador cuando lo que necesitas es llorar. A veces esa libertad tiene que venir más acompañada de una risa catártica, pero no viene. Viene con lágrimas y entonces no te liberas. Al contrario, si puedes aun más te hundes. Aun más te desesperas y te jodes si, hablando en plata.




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