PLUVIOFILIA: Amor por la lluvia
Muchos
dirán que odian la lluvia, que es pegajosa, que te estropea el peinado o el
alisado del pelo, que te encrespa y te agobia, que te empapa completamente.
Muchos temen a los truenos y los relámpagos. Y otros tantos ven el gris de los días
de lluvia demasiado tristes como para salir de casa y disfrutarlos.
A mí la
lluvia me purifica. A mí me da ese momento que necesito para sacar la respuesta
que tantos días llevo buscando. La lluvia me empapa, me encrespa el pelo y me mancha
los zapatos de barro, pero me hace ver que igual ese día me he basado demasiado
en mi apariencia, en mi exterior, y que me he detenido muy poco en mirar a mi
interior.Estamos tan
centrados en que pintas llevamos que olvidamos que igual llevamos el ánimo
cogido con pinzas de la ropa en un día de mucho levante.
No hay nada
como un día de pleno verano con menos calor, más nubes y el olor a tierra
mojada. Ese olor que te prevé la lluvia. Yo en días así ya me levanto
diferente. Mi chip mental cambia automáticamente y me hace reflexionar sobre
completamente todo. Me ayuda a ver las cosas con perspectiva. Elimina ese
bloqueo provocado por demasiados días de calor, de sol y de pegajosidad. ¡El
sol sí que es pegajoso! La lluvia cesa, el calor del sol es permanente, al
menos si vives en la sartén de España como es mi caso.
Para mí la
lluvia no es inconveniente, al igual que el negro es elegante y no triste. El
café no es demasiado amargo y el chocolate líquido empalaga demasiado.La lluvia no te despeina, la lluvia te enseña a que despeinada estás mejor, más guapa y
menos encrespada, natural. Del mismo modo que tu personalidad no la definen tu color de
pelo, de ojos o la ropa que has tenido ganas de ponerte ese día.
La lluvia
es semáforo en rojo que te frena cuando vas en picado a caer en algo que no
debes. Cuando te centras demasiado en algo que no merece mucho de tu tiempo.
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