La fugacidad de un pensamiento
De pronto te decides. Tomas las riendas de tu situación e intentas cambiar esos aspectos de ti que pueden traerte problemas. Decides ser más segura, más confiada, más fría (lo definiría yo). Que vas a tener ideas más positivas y olvidar todos esos sentimientos de defensa, de retracción, los celos, el autorrechazo... Pero aun así en el fondo tienes la idea de que no es justo. De que si tú lo estás intentando con todas las ganas, ¿por qué te siguen poniendo a prueba y tirando de ti hasta ver cuanto aguantas? En conclusión, jugando con el límite de tu paciencia. Esa que desde luego a mi no me dieron de nacimiento.
A veces nos juzgamos demasiado a nosotros mismos y a veces culpamos demasiado a los demás de lo que nos pasa. No existe el punto medio. Solo sabes que andas perdida entre la gente sin saber cual será el sitio que debes ocupar. Y la gente te azuza, te señala, te recrimina y critica como eres. Pero como bien dicen, que se pongan tus zapatos. Que a veces las enfermedades físicas o los problemas más notorios no tienen por qué afectar más y ser peores que los que se encuentran en la mente de uno mismo.
Porque en la mente encontramos la fugacidad de los pensamientos, de las ideas, de los razonamientos; que es esa misma fugacidad la que al fin y al cabo, y juntándose con las contradicciones de la vida, las que nos vuelven locos y nos hacen dudar hasta de nuestra propia sombra.
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