sábado, 16 de mayo de 2020

Todos mis eneros.
Me mirabas a escondidas, lo supe. Tus ojos brillaban reflejados en el cristal que tenía delante. Estabas imaginando el olor de mi pelo, te delató un suspiro. Hay quien dice que existen olores que son hogar. ¿Es por eso que te encanta? Las yemas de mis dedos acariciaban las teclas de mi portátil. Mi mente pensaba en tu piel, lo confieso. Tus labios alertaban a mi sistema nervioso de que seguir de espaldas a ti no era ni siquiera una opción. Ese maldito cristal también te delató con eso, lo siento. 
Pudiste acercarte, pero no lo hiciste. Evadías el momento con cualquier cosa que pudiera captar tu atención. Dejando que la descarga de emoción que provocabas en mí no me dejara seguir escribiendo. Haciendo que en apenas un segundo las estanterías de aquella biblioteca pasaran de ser casa para libros, a ser confidentes. Nos verían besarnos como aquella primera tarde de enero, muchísimos eneros más. 


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