jueves, 6 de junio de 2019


Relato ganador del 
II Concurso de Relatos Cortos de Lora del Río

EL INFIERNO PROTEGIDO CON CERROJOS
El cerrojo me ha enseñado cada noche a encontrar una sensación lo más parecida a la protección que existe. Cuando queda echado todos se marchan. Me protege a mí y a las que son mis compañeras desde hace lo que parece ser mucho tiempo. Este cuarto es lo más nuestro que tenemos desde que cruzamos el hall de esta pensión gracias a aquella ficticia oferta de trabajo. Este cuarto es lo más nuestro o quizás lo que aparenta ser menos de ellos. Ni siquiera tengo claro a quien le pertenezco yo ahora. Ellos vienen, uno tras otro, sin mirarme a los ojos y se apoderan de mí, de lo que era antes de entrar aquí y de lo que pude ser alguna vez, aunque esos recuerdos ya casi no existen. Se han encargado de hacérmelos olvidar bien a base de palizas. Mi identidad ya no es la misma, ellos deciden cambiarme el nombre cada noche; mi gesto está muy lejos del que era y no solo por los golpes de los dueños del cerrojo, sino porque lo que hay dentro, lo que no se ve a simple vista, está herido y para eso no se ha inventado cura, jamás la habrá.
Cuando el cerrojo me protege casi al comienzo del día y mis compañeras intentan conciliar el sueño, a veces vienen a mi mente los muchos cerrojos que habrá aislando la libertad de miles de mujeres en todo el mundo. Me da miedo pensar en esa igualdad a la que temo, vista desde mis ojos. Que seamos iguales me produce tristeza, que miles de mujeres hacinadas en cuartos al fondo de cualquier burdel piensen en sus iguales, da miedo.
Un cerrojo puede significar para muchas personas la limitación de la libertad, para mí, mujer víctima del tráfico humano, es mi único trocito de libertad conmigo misma cuando el día comienza. La noche, mi identidad, mis recuerdos, mi cuerpo, mi capacidad de sentir y toda yo, se las han apropiado ellos. Los primeros rayitos del día tras el cerrojo son míos y es lo único que ellos han decidido no robarme, en un mundo no tan paralelo al que todo el mundo conoce y en el que los derechos humanos se han esfumado como estos minutos conmigo misma. Estar tras un cerrojo solo te brinda un poco de protección, aunque parezca irónico.
Abro los ojos al escuchar el cerrojo abrirse. Ellos lo cierran para que no huyamos y lo que no saben, es que con el cerrojo echado es nuestra única opción de huida. Él entra, los primeros clientes llegarán pronto, tenemos que arreglarnos. Un día más en este infierno gobernado por los peores demonios.