Relato ganador del
II Concurso de Relatos Cortos de Lora del Río
EL INFIERNO PROTEGIDO CON CERROJOS
El cerrojo me ha enseñado
cada noche a encontrar una sensación lo más parecida a la protección que
existe. Cuando queda echado todos se marchan. Me protege a mí y a las que son mis
compañeras desde hace lo que parece ser mucho tiempo. Este cuarto es lo más
nuestro que tenemos desde que cruzamos el hall de esta pensión gracias a
aquella ficticia oferta de trabajo. Este cuarto es lo más nuestro o quizás lo que
aparenta ser menos de ellos. Ni
siquiera tengo claro a quien le pertenezco yo ahora. Ellos vienen, uno tras otro, sin mirarme a los ojos y se apoderan
de mí, de lo que era antes de entrar aquí y de lo que pude ser alguna vez,
aunque esos recuerdos ya casi no existen. Se han encargado de hacérmelos
olvidar bien a base de palizas. Mi identidad ya no es la misma, ellos deciden cambiarme el nombre cada
noche; mi gesto está muy lejos del que era y no solo por los golpes de los
dueños del cerrojo, sino porque lo que hay dentro, lo que no se ve a simple
vista, está herido y para eso no se ha inventado cura, jamás la habrá.
Cuando el cerrojo me
protege casi al comienzo del día y mis compañeras intentan conciliar el sueño,
a veces vienen a mi mente los muchos cerrojos que habrá aislando la libertad de
miles de mujeres en todo el mundo. Me da miedo pensar en esa igualdad a la que
temo, vista desde mis ojos. Que seamos iguales me produce tristeza, que miles
de mujeres hacinadas en cuartos al fondo de cualquier burdel piensen en sus
iguales, da miedo.
Un cerrojo puede
significar para muchas personas la limitación de la libertad, para mí, mujer
víctima del tráfico humano, es mi único trocito de libertad conmigo misma cuando el día comienza. La noche, mi
identidad, mis recuerdos, mi cuerpo, mi capacidad de sentir y toda yo, se las
han apropiado ellos. Los primeros rayitos del día tras el cerrojo son míos y es
lo único que ellos han decidido no
robarme, en un mundo no tan paralelo al que todo el mundo conoce y en el que
los derechos humanos se han esfumado
como estos minutos conmigo misma. Estar tras un cerrojo solo te brinda un poco
de protección, aunque parezca irónico.
Abro los ojos al escuchar
el cerrojo abrirse. Ellos lo cierran
para que no huyamos y lo que no saben, es que con el cerrojo echado es nuestra
única opción de huida. Él entra, los
primeros clientes llegarán pronto, tenemos que arreglarnos. Un día más en este
infierno gobernado por los peores demonios.